Pablo Vayón

Coordinador artístico

La música se transforma desde finales del siglo XVI impulsada por una doble invención: la armonía y el melodrama, tan tramadas entre sí que resultan imposibles de escindir. Sin la superación del ideal polifónico, en el que todas las voces de la textura musical valían lo mismo y fluían a la vez, la sucesión temporal de los diálogos y de la acción que exigía el melodrama habría sido por completo imposible. La polifonía se repliega y en su lugar se impone la voz sola, dotada de un acompañamiento armónico. Nace entonces lo que se ha llamado barroco musical. El arte barroco es en general un arte de la representación. Los artistas no pretenden ahora imitar fielmente a la naturaleza, ni atrapar en su obra la realidad objetiva del mundo, sino ofrecer a través de ella la percepción que tienen de él. No es pues casual que el nacimiento de la ópera coincida justamente con la eclosión de la estética barroca. En la ópera, la ilusión, el trampantojo, el transformismo, los golpes de efecto son bienvenidos como formas de atraer a un público al que se quiere seducir por la vía de las emociones, y de ahí las diversas teorías que se desarrollarán sobre la capacidad de la música para manipular los afectos.

El año en que en todo el mundo se celebra el genio irrepetible de Claudio Monteverdi, nuestro Otoño Barroco se fija justamente en el melodrama, es decir, en la ópera, uno de los géneros que el inmortal compositor cremonés marcó de manera decisiva con su talento y con su audacia. Lo mismo en sus inicios, cuando no era otra cosa que un divertimento cortesano, con el Orfeo de 1607 y la Arianna de 1608, que después, ya en la Venecia de 1640, convertida la ópera en espectáculo público, con el Ulisse y la Poppea, Monteverdi fertiliza el terreno en el que se desarrollaba el género, lo hace receptáculo de todos los tipos de música de su tiempo y lo lanza al futuro.

Colocada pues bajo la advocación de la ópera, la V edición del Otoño Barroco, que coincide con la celebración del décimo aniversario de la Asociación de Amigos de la Orquesta Barroca de Sevilla, pretende atrapar los sentidos del espectador ofreciéndole una amplia visión del panorama operístico barroco a través de una serie de actividades diversas. El ciclo central se compone de cuatro conciertos protagonizados por cuatro de las grandes voces de la actual música antigua española. Con ellas se dibujará un esquema histórico de la ópera barroca: uno de los recitales estará dedicado casi exclusivamente a Monteverdi, otro esencialmente a quienes fueron sus grandes sucesores en la ópera veneciana a mediados del XVII (Cesti, Cavalli), un tercero, al gran maestro de la ópera italiana de la primera mitad del siglo siguiente (Haendel) y el cuarto a explorar una de las alternativas que se ofreció a la ópera italiana, la que se desarrolló en Inglaterra pegada a la figura de Henry Purcell, quien comparece aquí junto a su hermano Daniel, que fue su colaborador, pero escribió también cantatas, esas óperas en miniatura.

Paralelamente al ciclo de conciertos, una serie de cuatro conferencias con ópera, servirá para contextualizar, a través de cuatro grandes títulos del repertorio (Orfeo, Calisto, Dido y Eneas, Julio César), el desarrollo de la ópera barroca. Se repite este año el ciclo de Conciertos familiares con dos citas, que tendrán muy presente la idea del teatro, conectando el Barroco, que también fue un arte del movimiento y de lo cinético, con nuestro tiempo a través del cine. Dos clases magistrales de dos de las más grandes sopranos españolas de la actualidad (Raquel Andueza y María Espada), que participan en el ciclo principal, completarán la oferta de un Otoño Barroco que prende sus candilejas con la esperanza de enseñar, deleitar y conmover a todos aquellos que se acerquen a compartirlo.